Las noches en blanco
Las noches en blanco no son para mi esas maravillosas fiestas de la cultura que se llevan a cabo en las capitales europeas en las que los museos abren hasta las tantas de la mañana y los espectáculos nocturnos ocupan las calles. Las noches en blanco para mi son algo más simple y sencillo. Son esas en las que tirada en la cama no consigo dormir por culpa del calor que se ha convertido en nuestro más íntimo compañero en las últimas semanas.
Las noches en blanco comienzan mal. Ya antes de meterme en la cama soy consciente de que hace demasiado calor como para dormir tranquila, a pesar de todo me atrevo a llegar hasta ella y a poner la radio. Apago la luz, vigilando antes que ningún mosquito se haya colado en mi cuarto, y dejo la puerta entreabierta. Intento encontrar la postura y a la décima vuelta empiezo a desesperarme. Salgo de la cama, bebo agua, me asomo a la ventana y vuelta a empezar. Cuando se cumple más de una hora que estoy en la cama sin resultado satisfactorio vuelvo a encender la luz y cojo un libro, así me he leído ya "14 ciudades contando Brooklyn", de Quim Monzó, y estoy con "La tregua", de Mario Benedetti. Nada, no consigo atrapar el sueño.
Finalmente acabo durmiendo un par de horas, tres el día que tengo suerte, y yendo a trabajar hecha polvo. Ahora llevo un par de días durmiendo mejor, a ver si se mantiene la tónica y digo adios a las noches en blanco definitivamente.
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